Un despertador sonando una hora antes de lo previsto, pero él ya estaba despierto y descansado.
Restos de café de dos dias y dos tostadas quemadas como
recibimiento al nuevo día, pero nunca fue un amante de la cafeína, y aquel yogur
desnatado no pareció tan insípido.
Su camisa favorita arrugada y sus vaqueros sucios, pero las
zapatillas deportivas y el chándal le sentaban bastante bien.
Un cielo encapotado, unos rayos ausenten y una tupida niebla,
pero nunca le gustó demasiado ver el mundo tras el parapeto de unas gafas de
sol.
El periódico habitual agotado por culpa de esos
coleccionistas temporeros, pero las lecturas nuevas en muchas ocasiones se hacen simplemente necesarias.
Camino de vuelta, ruido, coches, bullicio, pero la
tranquilidad desgasta por cansina e insulsa.
Manos al bolsillo, agujero en el mismo y llaves de casa que
huyeron atravesando ambos, pero el bombillo de la puerta reclamaba hacía años
un cambio.
Un timbre sonando.
Una voz desde el telefonillo contestando “te abro cariño”
La misma que le cuidaba.
La misma que le quería
La misma que le hacía feliz cada noche y cada mañana.
Sonrió y ya no dudó de que su día era perfecto.
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