lunes, 8 de septiembre de 2014

Margaritas

Un día de invierno una de las semillas consentidas tenía mucho sueño y se recostó, bajo la tierra, donde los sueños germinan en forma flor. Después de una fuerte discusión con su madre, llamada Margarita, mientras de a poco entraba en el letargo recordaba con cierta tristeza el porqué de su desavenencia con su mamá. Sus anhelos desde pequeña eran ser la más hermosa de las flores del jardín, sin embargo Margarita tenía otros planes para ellas, en secreto sabía que sus hijas habían sido seleccionadas para recorrer el mundo y así ornamentar con hermosura y sencillez, su deseo como toda madre era verlas erguidas en miles de jardines, aunque algo triste por esa apresurada acción tomada por su hija.

Mientras se sumergía entre la tierra, la humedad invitaba a dormir el hermoso sueño, ese trance de hija a madre, hermana y amiga de otras semillas, ahora era el turno de ella, crecer y convertirse en la más hermosa.

Un bello día asomó una hoja primero y luego fueron dos, el tiempo de las flores es vertiginoso, con atención la familia seguía sus pasos y aunque era obvio porque nadie podía hace otra cosa, siempre es una novedad cuando crece y se agranda el jardín.

Así llegó el día tan esperado, brotó el tallo silenciosamente y cada una de sus hojas en total reverencia agitaban el verdor hermoso y recién nacido, la frescura se podía sentir en todo el jardín y la gran madre de todas Margarita también ansiosa, guardaba un presentimiento al respecto, esa semilla que tanto ella amaba era ahora la flor más hermosa del jardín.

Apenas terminó por abrirse la semilla rebelde y tomo totalmente la atención de todas sus amigas, hermanas, fue recibida por su madre y en un abrazo de pétalos entre ellas se sintió, la suave brisa consciente las ayudó, la gran madre cedió su puesto y ahora era el tiempo de la nueva y bella Margarita.




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